jueves, 19 de julio de 2012

Textos y autores



















...Pero William Stoner conocía el mundo de una manera que pocos de sus colegas más jóvenes podrían comprender. Por dentro, bajo su memoria, yacía la experiencia de la dureza, el hambre, la resistencia y el dolor. Además del recuerdo fugaz de sus primeros años en la granja de Booneville, llevaba siempre cerca de su consciencia el conocimiento sanguíneo de su herencia, transmitida por ancestros cuyas vidas fueron oscuras, duras y estoicas y cuya ética  común era la de mostrar a un mundo opresivo rostros inexpresivos, duros y fríos.


Y aunque entre ellos aparentaba ser impasible, era consciente  de la época en la que vivía. Durante aquella década, cuando los rostros  de muchos hombres se tornaron  permanentemente duros y fríos, como si miraran  hacia un abismo, William Stoner, para quien esa  expresión  le era tan familiar  como el aire que respiraba, advirtió los signos de la desesperanza generalizada que conocía  desde niño. Vio hombres buenos caer en una lenta  decadencia de desesperanza, destruidos al ver destruido su concepto de una vida vacía como añicos de cristal roto; les veía  encaminarse hacia las puertas de atrás, con el amargo orgullo de los hombres que avanzan  hacia su propia ejecución, a mendigar el pan que les permitiera volver a mendigar, y vio hombres que una vez  caminaron erguidos por efecto de su propia identidad mirarle con envidia y odio por la débil seguridad que él disfrutaba como empleado de una institución que, no se sabe por qué, no podía caer. No expresó esta consciencia  pero conocer la miseria común le afectó y le cambió profundamente y sin que nadie lo apreciara. La tristeza por los apuros ajenos le acompañó en todos los momentos de su vida.


También fue consciente de los movimientos en Europa como en una lejana pesadilla, y el julio de 1936, cuando Franco se rebeló contra el gobierno de España y Hitler alimentó dicha rebelión para convertirla en una guerra mayor, Stoner, como muchos otros, sintió asco al ver cómo la pesadilla invadía los sueños del mundo...


Stoner, pág. 192.John Williams. Ed. Narrativa 121.Ed. Bailes del sol.2102





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