viernes, 30 de noviembre de 2012

Textos y autores

























Novela de ajedrez. Stefan  Zweig

Nunca en mi vida  había tenido  la oportunidad de conocer  personalmente a un campeón de ajedrez,  y ahora, cuanto más me esforzaba por plasmar tal tipo de personaje, más inverosímil se me antojaba una actividad mental que durante una vida entera no hiciera  otra cosa  que girar  en torno a un  espacio de sesenta y cuatro casillas blancas y negras. Conocía desde luego por propia experiencia el misterioso poder de atracción del "juego de reyes", de ese juego entre los juegos, el único entre los ideados por el hombre que escapa soberanamente a cualquier  tiranía del azar, y otorga los laureles de la victoria exclusivamente al espíritu, o mejor aún, a una forma muy característica de agudeza mental. ¿Pero no es ya el solo hecho de tildarlo de juego una degradación insultante? ¿No es acaso también una ciencia, un arte que gravita entre estas diferentes categorías como entre el cielo y  la tierra el ataúd de Mahoma? ¿No es por azar un vínculo único entre todos los pares de contrarios; antiquísimo y sin embargo siempre nuevo, mecánico en su disposición y sin embargo eficaz tan sólo por obra de la fantasía; limitado a un espacio rígidamente geométrico y a un tiempo ilimitado en sus combinaciones, en perpetuo desarrollo y sin embargo estéril: un pensamiento que no lleva a nada, una matemática que nada calcula, un arte sin obras, una arquitectura sin substancia, y aún así más manifiestamente perenne en su esencia y existencia que todos los libros y obras de arte, el único juego que pertenece a todos los pueblos y todas las épocas y del que nadie sabe qué dios lo legó a la tierra para matar el hastío, aguzar los sentidos y estimular el espíritu? ¿Dónde empieza, dónde acaba? Cualquier niño puede aprender sus reglas básicas, cualquier chapucero probar con él fortuna, y sin embargo tiene la virtud de generar  en el seno de su cuadrado inmutable y estricto una especie peculiar de campeones sin comparación  con ninguna otra, hombres dotados de una habilidad especial para el ajedrez, de una genialidad específica que combina clarividencia, paciencia y técnica en proporciones tan exactamente definidas como lo están para los matemáticos, poetas y músicos, sólo que con distinta disposición y armonía.

(...) pero ¡qué difícil, por no decir imposible, resulta imaginarse la vida de un hombre de inteligencia despierta para quien el mundo se reduce a la estrecha senda entre el blanco y el negro, de un hombre que no exige de la vida otros laureles que el mero ir y venir, avanzar y retroceder de treinta y dos figuritas, un hombre que  considera ya una proeza haber descubierto una nueva apertura moviendo el caballo en vez del peón o que cree haberse reservado su mísero rincón de inmortalidad en los perdidos renglones de un libro de ajedrez; de un hombre, un ser inteligente, que sin volverse loco dedica un día tras otro, durante diez, veinte, treinta, cuarenta años, la totalidad de su energía mental a la ridícula empresa de acorralar sobre un tablero de madera a un rey también de madera!

Novela de ajedrez. 1941. Stefan  Zweig. Ed. Acantilado. Págs. 16, 17, 18 y 19




No hay comentarios: