viernes, 28 de diciembre de 2012

Poesía




















Lêdo Ivo

El corazón de la libertad
Estuve, estoy y estaré
en el corazón de la realidad,
cerca de la mujer que duerme,
junto al hombre que muere,
al lado del niño que llora.
Para que yo cante, los días son momentáneos
y el cielo es el anuncio de un pájaro.
No me alejaré de aquí,
de la vida que es mi patria,
y pasa como las águilas en el sur
y permanece como los volcanes apagados
que vomitan un día sueño y primavera.

Mi canción es como la vena abierta
o una raíz central dentro de la tierra.
No me alejaré de aquí, ni traicionaré nunca
el centro maduro de todos mis días.

Sólo aquí los minutos cambian como las playas
y el día es un lugar de encuentro, como las plazas,
y el cristal pesa como la belleza
en el suelo que huele a creación del mundo.
Adiós, hermetismo, país de muertes fingidas.
Bebo la hora que es agua; me refugio en la estancia

cuando la aurora es mezcla de rocío y estiércol, y estoy libre, me siento final, definitivo
como el tiempo dentro del tiempo, y la luz dentro de la luz
y todas las cosas que son el centro, el corazón
de la realidad que fluye como lágrimas.


Mi patria


Mi patria no es la lengua portuguesa. 
Ninguna lengua es la patria. 
Mi patria es la tierra blanda y pegadiza donde nací 
y el viento que sopla en Maceió. 
Son los cangrejos que corren por el lodo de los manglares 
y el océano cuyas olas siguen mojando mis pies cuando sueño. 
Mi patria son los murciélagos colgados del techo de madera de las iglesias carcomidas, 
los locos que bailan al atardecer en los hospicios junto al mar, 
y el cielo encorvado por las constelaciones. 
Mi patria son las sirenas de los barcos 
y el faro en lo alto de la colina. 
Mi patria es la mano del mendigo en la mañana radiante. 
Son los astilleros podridos y los cementerios marinos donde mis antepasados tuberculosos 
y palúdicos no paran de toser y de temblar en las noches frías 
y el olor del azúcar en los almacenes portuarios 
y los mújoles que se debaten en las redes de los pescadores 
y las ristras de cebolla enrolladas en la tiniebla 
y la lluvia que cae sobre los corrales de pesca. 
La lengua que utilizo no es ni nunca fue mi patria. 
Ninguna lengua engañosa es la patria. 
Sólo sirve para que yo celebre mi grande y pobre patria muda, 
mi patria disentérica y desdentada, sin gramática y sin diccionario, 
mi patria sin lengua y sin palabras.

(Tr. de Francisco Álvarez Velasco)



No hay comentarios: