lunes, 3 de diciembre de 2012
Textos y autores
El oficio de leer, escribir y viajar
Cuando apagué la luz, mientras bailaba en el lecho una danza ligera al ritmo que imponía la corriente de San Lorenzo, pensé en lo mucho que se parecen el viaje, la lectura y la escritura. Todos son actos de cración -sí, la lectura también lo es- porque suponen formas distintas de explorar, de ruptura con el hábito, de desdén hacia la monotonía, de esfuerzo de la imaginación y un impulso quizás inútil de identificar tu yo con el mundo de lo real, a través del cedazo de lo imaginario. No concibo la vida, para nadie, de otra manera que no sea leyendo, viajando, escribiendo o tratando de crear cualquier obra de arte, aunque sea un intento vano. Por mi parte, estoy seguro de que no podría vivir de otra manera, salvo que me dejase llevar por la melancolía o el desánimo. Estoy seguro de que lo contrario sólo me conduciría a abandonarme en los brazos fatigados de la vejez.
Recordé un breve verso de al-Mutnabbi, un viajero iraquí del siglo VIII y poeta muy apreciado en las cortes de los señores de Damasco, Aleppo y Egipto:
Soy hijo de los desiertos y de los versos
hijo de las sillas de montar y de las cumbres.
Javier Reverte. El río de la luz. Ed. Plaza y Janés. 2009. Pág. 467-8.
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