miércoles, 20 de marzo de 2013

Te escribo un poema



















Sólo hasta que vino el dios Wagner
el suicidio era el ruido de los acantilados,
averno abrupto, donde los brazos desmembrados,
las vo­ces se rompían en el sueño de las olas desconcertadas.



Ahora,
los amantes bajan a la playa desnudos a oír el lento eco de las caracolas
bajo las aguas
donde aparecen estrellas como violines,
o a mirar batutas fugaces sobre el féretro-viento del cielo
donde aparecen senos, senos muy blancos como de ahogadas sirenas.

Javier Duarte

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