La noche era para ella el violín monocordio,
de los labios a la almohada,
del espejo del armario a los ojos:
la consunción del espejo, entre blonda y encaje;
del espejo del armario a los ojos:
la consunción del espejo, entre blonda y encaje;
la auscultación del cristal,
del armario rasgado,
entre vómito y mareo
siempre con la mirada en el vientre.
Javier Duarte
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