Poema
para un viernes noche.
Se
achica la llama de la vela
que se consume encima de mi
altar de hojas muertas.
Ocaso: la niebla se posa en la ventana de poniente.
No
tiembla la niebla sino las venas de llenas
y un palmo de noche gélida me roza
la sangre caliente anunciando la navidad o , lo que es igual, te quiero pero antes de los besos.
Te tengo no en mi
sino, en mi retrato.
Atardece
la pequeña lumbre , lo recóndito,
sobre mi vela que
es el astrolabio que une el perfil oscuro
de mi alma con el misterio claro
de este viernes
febril de infancia o claroscuro
humano.
¿ A dónde va la noche de un
viernes descalza y sola ?
¿ A dónde va después el aroma a
incienso
que arde en mi cuartucho?
Me duelen las palabras
mi vela, , mis lágrimas, mi noche de viernes,
aunque las rosas no hablen
“rumor de rosas” entre el
misterio y lo cierto de seguir escribiendo una noche de viernes junto a mi
vela.
Javier Duarte.
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